En toda la historia de LaLiLu, la librería que gestiono desde hace cinco años, el libro más vendido había sido Harry Potter y el legado maldito. Era 2016 e hicimos una compra de treinta y un ejemplares. En un mes se vendieron veinticinco y después uno por año hasta abril de 2020, ya entrados en esta situación pandémica. Y entonces llegó mayo y un comentario al Instagram LaLiLu mencionando Boulevard de Flor M. Salvador.
No soy lector de literatura juvenil; ignoro casi todo ese universo de sagas, amoríos y distopías diversas. Hasta ese comentario desconocía todo de Boulevard: su existencia, a la autora (que es mexicana, además jovencísima, veintidos años) y a la editorial. Así que lo dejé pasar de largo. Pero a los pocos días me volvieron a preguntar por él y después una usuaria etiquetó a la librería en un post de la editorial. Leí y pedían contactos de librerías mexicanas para distribuir el libro en el país. Ya era mediados de mayo y mi curiosidad estaba despierta.
Exploré la página de Editorial Naranja sólo para descubrir que no conocía ningún libro. Les escribí y me contaron su método de trabajo: se hace un contrato, ellos envían el archivo digital, la librería manda a imprimir los ejemplares requeridos en la imprenta de su preferencia y la editorial recibe el porcentaje establecido por cada libro impreso. Tal vez sea una forma habitual de trabajar, yo nunca la había escuchado. A mi librería los libros ya llegan impresos, encuadernados, resguardados con su inútil plástico protector. Listos para ser vendidos.
Obviamente dije que lo pensaría.
Tuve que decir eso porque tengo una personalidad que se inclina a pensar en todo lo que puede salir mal en un proceso. Y en este particular proceso había muchos actores involucrados: la editorial, el impresor, la paquetería (por decir algunos). Si algo fallaba en el eslabón el/la lectorx se quedaba sin su libro. Pero mientras lo pensaba (y hacía investigaciones para saber dónde y quién podía fabricar el libro, en un tiempo veloz y en plena pandemia) los mensajes preguntando por Boulevard seguían llegando.
Cuando tuve un presupuesto favorable para la impresión del libro dije que sí. Hice una imagen para Facebook e Instagram. La imagen tenía, entre otras cosas, la foto del libro, la palabra preventa y mi número de Whatsapp. La publiqué a las tres de la tarde del viernes 29 de mayo y siento que, desde entonces, no he parado de responder mensajes, dudas, comentarios y agradecimientos relacionados con Boulevard. Los primeros días fueron, por supuesto, los más críticos. Si tenía dudas sobre el poder del libro y la afición lectora de las personas nacidas en este siglo, fueron aniquiladas. Ahí estaba yo, un librero con cinco años de existencia intentando responder mensajes que llegaban por todos los flancos: Facebook, Instagram, Whatsapp. Todos de chicos y chicas ávidas de obtener en físico un libro que ya habían leído, hacía mucho, en Wattpad.
Tampoco sé que es Wattpad. Lo intuyo pero nunca he entrado. Imagino que es una plataforma de publicación, un sitio web donde es fácil escribir y publicar ficción, novelas organizadas en capítulos. Sí sé que algunas historias escritas en Wattpad han dado el salto al formato físico (por ejemplo los libros de Anna Todd, publicados por nada menos que Planeta) y que los miembros de Wattpad no son sólo lectores sino fans. De ahí surgió Flor Salvador y su Boulevard. La novela ya estaba publicada completa en ese sitio y Editorial Naranja sólo facilitó su publicación en papel.
Primero pensé que se venderían veinte ejemplares. Después pensé que cincuenta era un número muy bueno, tal vez alcanzable. En un momento fantaseé con llegar a cien. Ocurrió y ahí me detuve. Me detuve porque volví a pensar en lo que se venía por delante: gestionar cien envíos, cada uno a una casa distinta en cuaquier parte de México. De nuevo: en pandemia, justo cuando las paqueterías están tardando más de lo habitual. Quería convencerme que una vez entregado el libro a la paquetería me olvidaría de él, es decir, podria ceder la responsabilidad a otro ente. No es así: yo seguía con atención los rastreos y cuando ocurría algo las personas que habían comprado el libro acudían a mí, por más que el paquete ya no estuviera en mis manos.
Apenas ayer se entregó el último libro de aquella primera preventa que terminó el 4 de junio. Es decir, hubo una lectora que tuvo muy mala suerte y esperó casi un mes su libro, que quedó varado en Tijuana durante semanas.
Cuando terminamos los cien envíos no tuve mejor idea que repetir el proceso. Pulí algunas etapas del mecanismo y fue todo un poco más sencillo. También menos estresante porque no es lo mismo hacer algo por primera vez que hacerlo de nuevo. Así que a mediados de junio recibimos pedidos nuevamente. Y otra vez se superaron las expectativas: 110 libros en cinco días.
Todo me pareció irreal. Aún más que esta vez los libros llegarán más rápido que la primera vez. Hay un poco de adrenalina cuando llega un mensaje de alguien que acaba de recibir el libro. Viste, confiaste y ahí está la recompensa, ahí está el libro que tanto querías. El último libro de este segundo tiraje fue entregado ayer en Sinaloa, en un pueblo del que nunca había oído hablar.
LaLiLu seguirá cerrada este mes. Así que vamos por una tercera impresión del libro que, ahora mismo, es el best-seller histórico sin lugar a dudas.