En la mañana descubro que se acabó el café instantáneo así que decido salir a comprar un frasco pequeño a la tienda de la esquina. Voy con Emilia ((La mascota oficial de la familia)) y así aprovecho más el viaje.
Compro el café, digo que no a la bolsa de plástico porque ya tengo una. A la salida de la tienda intento meter el frasco en la bolsa con tan mala suerte que el frasco se desliza a través de las agarraderas de la bolsa. Tragedia. Café recién comprado se estrella contra la acera.
Me preguntó si la gente de la tienda me daría un frasco nuevo si supieran lo que acaba de ocurrir. Decido que mejor hago como que no pasó nada y me voy.
Horas más tarde paso con Sol por la escena del accidente y veo que el café sigue esparcido en la acera. Le pregunto si sabe qué es ese polvo. Café instantáneo, me dice. Le pregunto si tiene alguna teoría de cómo llegó ahí. A alguien se le cayó, me dice. La última pregunta que le hago es si puede pensar en cómo se sintió esa persona al ver caer el café. Furioso, me dice.
– ¿Te pasó a ti? – pregunta.
– Sí.
Se ríe.
Un comentario
Cambio un bote nuevecito de café instantáneo por un te chai de Sol y, ahmmm, ¿una empanada de picadillo?
Abrazos