La historia de otra nieta

En el año 2000 Claudia Poblete Hlaczik, hija de desaparecidos durante la dictadura militar en Argentina, recuperó su identidad y conoció a su verdadera familia después de 22 años. Leila Guerriero narra esta historia en la crónica "Lazos de Sangre".

El cinco de agosto fue un día muy especial en Argentina. La Asociación Abuelas de Plaza de Mayo anunció la restitución de identidad de Guido (Ignacio) Montoya Carlotto. La noticia continúa causando una enorme alegría y adquiere un simbolismo muy especial al tratarse del nieto de Estela de Carlotto, Presidenta de la Asociación. Sobre esta restitución y sobre Guido, que ha demostrado en todo momento ser un hombre extraordinario que lleva en la sangre los ideales de sus padres y abuelos, se ha escrito bastante ((1 2 3 4)) y en la mayoría de los textos se alcanza a percibir una sensación de victoria colectiva.

No tengo nada que empañe esto que estoy viviendo. Parece que Guido fuera de todos y todos festejan. Es una maravilla, es como sanear mucha parte de nuestra sociedad que está golpeada. Estela de Carlotto

El trabajo de Abuelas de Plaza de Mayo es una lucha constante y titánica para hacer justicia. Antes de Guido Carlotto hubo otras 113 restituciones. Uno de ellas fue la de Claudia Poblete Hlaczik, hija de un joven militante chileno radicado en Buenos Aires llamado Pepe Poblete y Gertrudis Hlaczik, militante de la Juventud Peronista. Claudia nació en marzo de 1978 y desapareció ocho meses más tarde después de ser secuestrada junto a toda su familia. Su restitución se realizó en el año 2000 y al año siguiente fue la primera nieta recuperada en declarar en un juicio oral en contra de sus apropiadores.

La historia de Claudia, sus padres y su abuela la contó Leila Guerriero en la crónica «La nieta robada de Buscarita Imperi» ((Revista Gatopardo. 2006. También publicada en otros medios como «Lazos de Sangre» y «La fuerza del cariño»)). La historia que narra Leila es muy diferente a la que se está contando sobre Guido porque en todo el texto se siente, mayormente, mucha tristeza y confusión.

Después de conocer la verdad, Claudia pasó varios días sola en su casa de Belgrano, fue a visitar a los Landa al sitio donde estaban detenidos, cambió su nombre en el documento, el título universitario, la casilla de e-mail y el pasaporte, comunicó a sus amigos lo que sucedía, pidió que la llamaran Claudia, y evitó por un tiempo todo contacto con su familia biológica, esa multitud de abuela, 6 tíos y 22 primos.

Esta es sólo una parte de la historia de Claudia y su familia. Y este relato es también sólo una pequeña parte de la gran Historia que sigue escribiendo, día a día, la Asociación Abuelas de Plaza de Mayo.

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