Hace menos de tres semanas un chico estadounidense de veintitrés años ganó $15.3 millones de dólares en un torneo de poker. Fue en Las Vegas, durante la WSOP ((Serie Mundial de Poker)). El chico —radicado en Brasil donde se dedica a jugar poker online— pagó un millón de dólares para jugar el torneo y tres días más tarde fue el campeón.
El premio de $15.3 millones es el segundo más grande en la historia del poker. Había mucha expectativa por este torneo pero cuando toda la prensa reunida (y especialmente ESPN que se encargó de la producción del evento para la televisión) fue a obtener las declaraciones del ganador, el ganador ya no estaba ahí.
Daniel Colman, el chico de veintitrés años, se esfumó del espectáculo sin haber dado una sola entrevista. Volvió a los pocos minutos sólo para que le tomaran la fotografía oficial como campeón del torneo. Después se retiró y su única declaración encendió a la mayoría de la prensa especializada: “No me interesa nada que tenga que ver con la promoción de este juego”.
Colman declinó convertirse en un nuevo Embajador del Poker a pesar de haber ganado un torneo de gran importancia, no sólo por la cantidad de dinero involucrada sino porque el 11% de todo lo recaudado se destinó a la fundación One Drop cuya misión es llevar agua potable a todos los rincones del mundo. Lo que Colman hizo casi nunca se ve en este micro-universo. La mayoría de los jugadores de poker disfrutan de sus apariciones en la prensa. Durante la cobertura de un torneo no son pocos los que se acercan y piden —casi exigen— salir en la web, o ser entrevistados o, al menos, tener una fotografía propia mientras juegan. Por otra parte, toda la información que se genera alrededor del poker tiene un propósito mayor: atraer a más personas a las mesas.
El poker ha recorrido un largo camino desde aquellas partidas que se jugaban en cantinas del viejo oeste o en los salones de Las Vegas donde sólo se respiraba humo de cigarro y se bebía alcohol. Ahora el poker es un juego más símil al ajedrez, atrae a chicos graduados en matemáticas y muchos profesionales promueven activamente la vida sana como manera de mejorar en las mesas. El estereotipo de jugador de poker nunca ha sido más atractivo que en la actualidad.
Antes de seguir dejemos algo claro: el poker sí es un juego de habilidad y es factible ganar de forma constante. Pero es un juego muy difícil y casi la totalidad de personas que juegan son perdedores a largo plazo y nunca podrán (por diferentes factores) revertir esta situación. De hecho, muchos jugadores que parecen ganadores no lo son. Aún aquellos que ganan un torneo o dos pueden venir arrastrando deudas anteriores de las cuales tienen que hacerse cargo y al final del día les queda poco o nada de su magnífico premio.
Cualquiera puede ser ganador jugando poker. Pero para lograrlo hay que estudiar todos los días y estar dispuesto a soportar grandes niveles de estrés, principalmente ocasionados por las malas rachas —inevitables— causadas por la varianza. Cualquiera puede estudiar mucho pero no cualquiera consigue tener la configuración mental adecuada para realizar una actividad en la que, muchas veces, estará a merced del azar. Colman es, de forma indiscutible, un ganador en el poker. Y no lo es por su victoria en Las Vegas sino porque, en cientos de miles de partidas en Internet, ha conseguido tener beneficios. Y lo ha hecho porque es mejor que sus rivales. Y sus rivales han perdido dinero gracias a él.
¿Por qué alguien que ha ganado millones no se preocupa por promocionar el juego que le ha permitido alcanzar el sueño de la American Way of Life? El propio Colman publicó en el foro de poker más importante del mundo sus razones.
Y cualquiera que piense que el mundo del poker es color de rosa y quiera dedicarse de forma profesional debería leerlo.
Primero, al poker no le debo absolutamente nada. He tenido la fortuna de beneficiarme de forma financiera de este juego pero he jugado el tiempo suficiente para haber visto el lado feo de este mundo. No es un juego en el que los profesionales que lo practican están siempre viviendo una vida feliz y satisfactoria. Tener un trabajo en el que se está a merced de la varianza puede ser muy estresante y puede llevar a tener costumbres nada saludables. Nunca le recomendaría a alguien —ni en un millón de años— que intentara tener una carrera como jugador de poker.
No es tampoco un juego donde los amateurs estén siempre felices de estar perdiendo dinero sólo por el placer de entretenerse. Los jugadores perdedores pierden mucho más dinero en este juego de lo que los jugadores ganadores ganan. Y buena parte del dinero que pierden no es dinero que deberían estar jugando. Esto está bien, por supuesto, porque si alguien es lo suficientemente estúpido para apostar con dinero que no pueden permitirse perder, es su problema. Pero en realidad no me alcanza con este razonamiento. En un mundo perfecto los mercados están basados en consumidores informados que realizan transacciones racionales. En la realidad no es el caso: los mercados están basados en publicidades que manipulan los impulsos de las personas para lograr que tomen decisiones irracionales. Acepto que alguien que quiera ir a jugar al poker por su propia voluntad pueda hacerlo pero no estoy de acuerdo en que las apuestas sean promocionadas así como no estoy de acuerdo en que los cigarrillos y el alcohol lo sean.
Me molesta que las personas se preocupen tanto por al bienestar del poker cuando el poker es un juego que tiene un efecto tan negativo en las personas que lo practican, tanto desde el punto de vista financiero como emocional.
Estas son sólo mis opiniones. Y sí, me doy cuenta que estoy en conflicto. Yo capitalizo este juego que se enfoca en explotar las debilidades de las personas. Lo disfruto, amo toda la estrategia alrededor de él pero lo veo como un juego muy oscuro.
Pocos medios (y ninguno no especializado) distribuyeron el texto de Colman, principalmente porque va en contra de todo el trabajo que se ha realizado con el objetivo de «mejorar el ecosistema pokeril». Uno puede estar o no de acuerdo pero en sus palabras hay un par de verdades que no pueden negarse: los jugadores pierden más de lo que deberían y la inestabilidad financiera y emocional que causa el poker es enorme.
El poker es un juego que genera pasión. Y también es un juego que puede hacerte creer, muy fácilmente, que eres muy bueno. Este pensamiento (que la mayoría de las veces es falso) es el motor para que muchas personas continúen en las mesas sin saber que, en realidad, están condenados al estrepitoso fracaso.
Este juego se ha popularizado ya como un juego de habilidad. Hay muchísimos libros de estrategia que sirven para mejorar como jugador. Y hay un par de libros muy buenos que se explayan sobre la psicología del jugador del poker y que cualquiera que intente ir por este camino debería leer.
El mundo del poker tiene virtudes, es cierto. Y no hay que escarbar mucho para encontrarlas. Pero Colman tiene mucha razón: promover activamente este juego como algo hermoso con el que todos van a pasar un buen rato (y de paso ganar dinero) es un error.
El poker, desafortunadamente, no es para todos. Y deberíamos aceptar eso lo más pronto posible.