Noches porteñas que supieron de mi dicha,
Mudos testigos hoy, de mi dolor,
Cada rincón me trae algún recuerdo
Todo, todo me habla de su amor.
Tango: Adios, Buenos Aires.
- El agua y las masitas que se sirven como acompañante de la taza de café.
- El colectivo funcionando las veinticuatro horas del día.
- Ciertos artistas del subte cuya música hizo muy amenos los viajes.
- Escuchar frases populares como “Dejá de robar” o “Tampoco la pavada”.
- El tereré de naranja, que era lo único que refrescaba de verdad durante los veranos.
- Comer vitel toné en Navidad.
- Un bar en el centro, con una barra en forma de U, donde probé los mejores tragos de mi corta vida.
- Las veredas amplias que facilitan la actividad de caminar.
- Pedir helado a domicilio a la una de la mañana.
- La pizza de cebolla con queso.
- La indignación porteña ante pequeños incidentes cotidianos.
- Tener 200 obras de teatro para ver en un fin de semana, la gran mayoría buenas.
- Ciertas librerías donde es posible leer los libros sin comprarlos. A veces, inclusive, tomando un café.
- Sentirme seguro caminando por la calle a las cuatro de la mañana.
- El café en jarrito con crema.
- Los mozos clásicos que no necesitan apuntar el pedido aunque haya diez personas en la mesa.
- Los parques atestados de gente durante la primavera y el verano.
- Ver a gente muy mayor en restaurantes a medianoche. Ver a chicos de secundaria volviendo de la fiesta muy temprano por la mañana.
- Mi barrio, Caballito.
- Ir al casino un viernes a la noche y salir a la mañana del día siguiente.
- Tomar Fernet en las reuniones con amigos.
- Una fonda de comida boliviana en el barrio de Flores.
- Llegar a esa fonda de comida boliviana usando el tren que, si quería, también me podía llevar muy lejos hasta la provincia de Buenos Aires.
- Lo geométrico del trazo de la ciudad: Cada calle con su nombre, cada cuadra con su número en perfecto orden.
- Ver en los kioskos la tapa de la revista Barcelona y sonreír.
- Nuestro departamento como inevitable punto de reunión para los amigos: siempre la puerta abierta, nunca con llave.
- Las ferias de los domingos: Mataderos, San Telmo, Plaza Francia.
- Al grupo de amigos que nos incorporó a su cotidianidad.
13 comentarios
….»Aprendí filosofía, dados, timba y la poesía cruel, de no pensar más en mí»…
Y es tan raro para un porteño ver que las cosas que se llevan los amigos extranjeros son tan comunes para nosotros. Quizás podamos ver un poco más allá de lo que damos por sentado y disfrutar de lo nuestro.
A disfrutar, Juancito. Nunca mejor dicho: Argentina, país generoso.
Ay, Samuel…..las medialunas del Principito…..años diciendo que el dueño era un estafador, y finalmente se confirmó nuestra teoría….en Buenos Aires todo es lo que parece ser!!
Mágica ciudad de Buenos Aires. Las medialunas del Principito son tema de otro post: https://equivocos.com/2014/01/el-encuentro-con-la-yuta/… ¡Qué país!
Un ciclo se cierra, otro se abre con otras aventuras. México tendrá sus cosas, pero guarda otros sabores para vos, Sol y Emilia. Los esperamos, Karla, Emilio y Tango.
¿Regresaste a Chiapas, Samuel? ¿O estás perdido en alguna otra parte de la república mexicana? Un abrazo.
Estoy enterado: leí tu crónica. ¡Bienvenido (otra vez) al nuevo mundo, Samuel!
Qué gusto leerte, Bernave. Te escribí un mail al correo que pusiste en tu comentario. Me encantaría vernos en Comitán un día de estos.
Tú no detestas a los porteños, mal mexicano?
No.
Soy de Caballito, me alegra mucho que Buenos Aires te haya gustado y que extrañes los aspectos listados. La ciudad te espera cuando desees regresar…
Saludos!!
Melina.-
Hola, Samuel: Yo también soy de Caballito. Mi último domicilio fue en la calle García Lorca (ex Cucha-Cucha), muy cerca de nuestro amigo Esteban Kohen. Supongo que como a mí también te habrán gustado las librerías de viejo y la feria de libros del parque Rivadavia. Un abrazo.