Estoy en Querétaro, una ciudad que me trae recuerdos de infancia. El camino fue muy diferente al habitual: en un carro particular y por el estado de Hidalgo. Nunca había puesto atención en el paisaje árido, tan distinto al verde veracruzano. Siguiendo este camino (Perote, Tlaxcala, Pachuca) es imposible morir de hambre. A cada vuelta de rueda se ofrece la mejor barbacoa de borrego, las mejores carnitas. Sin embargo, nosotros comimos pastes. Muy tradicional, muy sencillito.
Me alegro de estar aquí. De venir al curso de títeres. De estar desvelado. De estar trabajando. De estar escribiendo.